Reflexión del Padre Vito Gómez O.P. - Domingo XXV del tiempo ordinario
Reflexión del Padre Vito Gómez O.P. - Domingo XXV del tiempo ordinario
En los versículos que se proclaman en la Liturgia tomados del profeta Amós, que vivió unos ochocientos años antes de Cristo, se denuncia, de parte de Dios, la conducta de los que no se ceñían a la justicia y así se aprovechaban de los más débiles.
Pisoteaban al pobre y eliminaban a los humildes del país de Israel. Las ventas no se ajustaban al peso, al precio justo y, de esta manera, los más perjudicados eran los necesitados, los indigentes. Sin embargo, Dios no se olvidará de ninguna de estas acciones. Se entiende, si los causantes de ellas no se arrepienten y devuelven lo injustamente adquirido.
Nuestro mundo sigue necesitado de muchos ajustes en el campo de la justicia, igualmente en cuanto a la riqueza y la pobreza se refiere. Se necesita una vuelta a las fuentes de la ley natural que está marcada en cada uno de los seres y, desde luego, en nosotros mismos, los dotados de razón. Podrá desdibujarse en nuestras almas la señal diseñada por el Creador, pero nunca erradicarse del todo, aunque se caiga en los más horrendos crímenes y atropellos.
Todos los humanos nacemos sellados por un primer principio, que puede formularse así: —«Hacer el bien y evitar el mal».
Meta para la vida es hacer el bien, mientras que, objeto de ruina para los mortales, es pensar, desear, practicar el mal. Estamos, pues, llamados a lanzarnos hacia el bien y proseguir en él, y esto no puede cambiar, aunque la sociedad se inclinara por lo contrario masivamente y hasta llegara a postularlo en pública demanda.
El fundamento de todo está en que, inclinarse por el bien y llevarlo a la práctica de infinitas maneras, es una participación de la ley eterna en todas las criaturas, y lo es particularmente en nosotros, que estamos dotados de razón.
En el ámbito de los humanos no se ha de olvidar que entra, como de ley natural hacia el bien, la verdad acerca de Dios y la llamada a vivir en sociedad.
Caminar de espaldas a Dios —con todo lo que esto significa, por ejemplo, en la educación general y en los medios de comunicación— y pasar también por alto la convocatoria a vivir en sociedad —comenzando por la familia—, manifiesta una preterición de lo que la misma condición humana reclama.
Somos conscientes de que el «hacer el bien» y «la voluntad firme y constante para dar a cada uno de lo suyo —esencia de la justicia— abunda más en nuestros días que lo contrario
Aunque, una labor humana y, no digamos cristiana, es la de proclamar que no podemos, ni debemos desligarnos de la condición de obreros, pacientes y perseverantes en este siglo XXI, que ahora es el «nuestro».
¡MUY FELIZ DOMINGO PARA TODOS LOS LECTORES!